La sociedad moderna no mueve un dedo por evitar la extinción de los pueblos de recolectoras-cazadores que aun quedan. Es más, los seguimos acosando con la agricultura, la ganadería, la tala de las selvas, la caza por diversión y el turismo étnico. 

No hay una política para permitir que estos seres indómitos sigan existiendo. La Organización de Naciones Unidas les considera Bien Intangible de la Humanidad. Declaración que no pasa de ahí. En la realidad todo es desolación. Los tenemos contra las cuerdas. A duras penas sobreviven. 

Ni los ecologistas piden que a Homo sapiens original, al animal humano, libre y salvaje, se le proteja como especie en peligro de extinción. No hay campañas para que siga haciendo libremente su función en la naturaleza, como depredador que equilibra las poblaciones de las presas y las mantiene sanas y vigorosas. Algunos de sus cazaderos ancestrales son hoy parques nacionales, donde se les prohíbe vivir. Es como si un día se excluyera de los carnívoros protegidos a uno de ellos, al oso, por ejemplo, porque una generación de miopes lo asimilara por su aspecto –erguirse a dos patas, mirada frontal, dieta omnívora, plantígrado– al furtivo neolítico, esquilmador, impidiéndole cazar y condenándole a la extinción. 

Es vergonzoso que biólogos, paleontólogos y conservacionistas sean tan cortos de miras. Tendremos que responder ante la historia si no impedimos –tú también– el final de los últimos humanos indómitos. 

 

NOTA: Esta entrada es un extracto del libro: “DESCUBRIR LO LIBRE. Cómo se desveló el Paleolítico y la evolución de la vida”. Autor: B. Varillas. Madrid, marzo de 2022. 174 pp. 12×18,5 cm. Distribución: www.elcarabo.com  (Adquiérelo; ayuda al autor a continuar esta obra. Gracias. Nota: parte de este libro se publicó como adelanto en el tomo La Estirpe de los Libres en 2018. El que tenga ese tomo, sepa que éste actualiza el mismo).