Nuestros ancestros paleolíticos, de antes de que nos sometieran, y hoy los bosquimanos, los pigmeos y otras etnias ajenas a la domesticación, no tienen propiedad privada; ni jerarquía; ni jefe; ni amo; ni rey; ni esclavos.

No tienen miedos; ni culto a los muertos. No creen en el más allá. No les preocupa el pasado ni el futuro. Asumen la muerte con naturalidad, sin aspavientos. Sacralizan, entienden y veneran a todo ser vivo, a las piedras, a las montañas, a los elementos y a los cuerpos celestes, pero son ateos.

No necesitan un Dios supremo que ordene sus vidas. No se dejan cristianizar, religión que lo intentó. Los misioneros desisten ya de evangelizarlos. Ven que no lo necesitan. No nacen con el pecado original bajo el brazo, ese que posiblemente se refiera al momento aciago que a alguien se le ocurrió domesticar. La Biblia habla de un dios, padre nuestro, que nos expulsó del Paraíso, condenándonos a ser neolíticos. 

Ellos siguen en el Edén. Se consideran parte de un todo. Integrados en la energía que fluye libre. Saben que retenerla, acumularla en forma de bienes materiales, es una trampa mortal que conduce al desastre. No pasa por su cabeza. 

Cuando se les propone transgredir las leyes del Universo, y tener y acumular más de la variada dieta que les asegura la Tierra cada día, se niegan en rotundo. No piensan en el mañana ni tienen miedo al futuro. Viven En El Presente, de forma intensa. Solo acumulan en el intelecto. 

 

NOTA: Esta entrada es un extracto del libro: “DESCUBRIR LO LIBRE. Cómo se desveló el Paleolítico y la evolución de la vida”. Autor: B. Varillas. Madrid, marzo de 2022. 174 pp. 12×18,5 cm. Distribución: www.elcarabo.com  (Adquiérelo; ayuda al autor a continuar esta obra. Gracias. Nota: parte de este libro se publicó como adelanto en el tomo La Estirpe de los Libres en 2018. El que tenga ese tomo, sepa que éste actualiza el mismo).